El franquismo utilizó la ciencia y las artes para romper su aislamiento y proyectarse hacia el exterior. Esta vertiente diplomática también tenía una derivada interna puesto que le permitía modernizar ambos ámbitos a partir de este legado dado, de las coyunturas contemporáneas y de las particularidades regionales tanto a nivel artístico y cultural, como económico y energético. Para hablar de ello, hemos invitado a dos reconocidas especialistas que nos presentarán sus últimas investigaciones.
“El arte español como embajador del franquismo” por Genoveva Tusell García (UNED)
Tras el largo período de aislamiento internacional en que España se vio sumida tras el final de la guerra civil, en los años cincuenta pudo observarse por parte del régimen una apertura hacia el mundo exterior en el ámbito cultural, así como una inequívoca voluntad de modernización. En estos años comenzaron a aparecer por vez primera muestras de aceptación e incluso de promoción del arte de vanguardia dentro de las instancias oficiales. Tras largos años de aislamiento e indiferencia hacia el arte que España presentaba en sus exposiciones oficiales en el exterior, el éxito en la Bienal de Venecia de 1958 marcó un hito decisivo en lo que a la imagen del arte español en el exterior se refiere, abriendo una etapa de protección oficial del arte abstracto que se manifestó en una serie de exposiciones celebradas en todo el mundo a partir de 1959. La Dirección General de Relaciones Culturales -dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores- se propuso rentabilizar estos triunfos organizando una campaña de exposiciones que llevó al arte español a los más importantes museos y galerías de todo el mundo.
“Fronteras invisibles: la regionalización del mercado eléctrico en España 1940s-1990s ” por María del Mar Rubio Varas (Universidad Pública de Navarra)
Lejos de nacionalizar el sector estratégico de la energía eléctrica, el franquismo reforzó el statu quo de las grandes compañías productoras de electricidad, cuya propiedad estaba mayoritariamente en manos de los principales bancos. En 1944, estas firmas habían recibido la aprobación del Gobierno para crear Unidad Eléctrica, S. A. (UNESA), un lobby que, ante la alegada escasez de medios del Ministerio de Industria, vendría a coordinar la producción y la red de distribución de electricidad durante casi medio siglo. El reparto del mercado entre las distintas empresas generó una suerte de fronteras invisibles que impidieron el desarrollo de un mercado integrado de electricidad hasta la creación de Red Eléctrica de España en 1985, si bien la regionalización de la generación y sus impactos sobre el territorio siguieron vigentes después de esa fecha.
El consumo de electricidad en España tuvo una impronta muy regional, marcada por la concentración de la industria en pocas provincias. La regionalización del sector eléctrico no es sino un espejo de la regionalización del conjunto del sector energético e industrial de España. Allí donde se consumía más electricidad, también se consumía más carbón y petróleo, se aglutinaban las infraestructuras y por tanto las empresas constructoras y el sector bancario. Todas ellas fuertemente conectadas entre sí por medio de accionariados cruzados. De alguna manera, las fronteras invisibles trazadas por las eléctricas dibujan un mapa algo diferente al mapa administrativo al que estamos acostumbrados y ayudan a comprender mejor algunos vacíos y algunas excepciones en el desarrollo regional de nuestro país.